Uno de mis colegas, con el que trabajo desde hace varios años, sensato, trabajador, con ganas de aportar, se lamentaba del abuso de las reuniones en nuestro entorno diario. Su agenda tenía una media de 2 diarias. Así no hay quien trabaje! Hablábamos de la debilidad de carácter, del miedo a equivocarse, que hace que cada pequeño proyecto, decisión, dificultad, haya que ponerse sobre la mesa de un Comité...
Lo más frustrante, sin embargo, es que nuestro jefe tiene una media de 3 o 4 reuniones diarias, a las que:
- Va porque le convocan y está mal visto negarse (especialmente si le "invita" una persona de nivel superior en la organización).
- En realidad no sabe a lo que va, ni qué se espera de él. Admite, la mayoría de las veces, que va "a escuchar, que algo siempre queda".
- Las reuniones comienzan sin objetivo y finalizan, fuera de plazo, y sin un plan de acción o unas conclusiones.
- Y mi jefe, además, no es de los que toman notas, a no ser que nombren algún tema que le afecta, en cuyo caso abre su Moleskine y anota el nombre del colaborador de su equipo al que le va a encargar que se haga cargo de dicho tema, en cuanto salga de la reunión.
Cuando un profesional necesita compartir una información, una inquietud, una urgencia, lo que sea, con su jefe... él siempre está reunido.
Esta es la primera entrada, tengo muchas ideas en la cabeza, las iré poniendo en orden.
viernes, 30 de enero de 2009
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